Carlos Mario Lema

Por: María del Pilar Rodríguez
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Creaciones de la creación

“La emoción estética es la que marca el disparo”. La frase lo resume sin que logre caer en cuenta de su dimensión. La esgrime con la misma fresca naturalidad con la que de él, lo documental transita hacia la experiencia artística; gracias a la comunión que logra su lente con eso que el mismo asume: “fue hecho para ser visto”.
Con la asertiva poética del gesto calculado de los grandes prestidigitadores de escenas que tantas veces ha capturado, emerge de su expresión la picardía inocente que le permite -aún después de tanta fotografía- no perder la capacidad de sorpresa.

Una sonrisa de medio punto anuncia que nos comparte un tesoro. La máquina se nos presenta en su traje original de cuero, tan perfecto como lucía en el hombro de su padre, como solo logran permanecer los objetos que marcan definitivamente el destino…
“Yo desde niño veía a mi papá, y él era el paradigma, sabía que me gustaba la fotografía, entonces él me regalaba cámaras… Tuve una Diana, nunca saqué nada. Realmente vine a sacar fotos que más o menos se dejaran ver, con esta cámara. La cámara de mi padre.”

Acaricia la Kodak retina II con la dulzura del primer amor, de ese punto de inflexión en este idilio autodidacta hilado a través del ensayo y el error. Una historia construida con décadas de trabajo ininterrumpido desde 1974 hasta hoy.

El enamoramiento era predecible, en el oficio fotográfico se daban cita la pericia, la exactitud, la disciplina y por supuesto la poética. Piedras angulares fundamentales de la personalidad de Lema que, vira entre la obstinación perfeccionista y la fluidez sensible, desde la fotografía de carácter social, hasta el material del que está hecho una buena porción de su corazón: las tablas.

El tema del teatro insufla una fuerza volcánica a los gestos de Carlos Mario Lema. Su voz -que normalmente intenta mantener un ritmo uniforme para no parecer pretensioso- se libera… Sus manos adquieren una velocidad extraordinaria, y su mirada: su mirada obtiene el brillo acuoso de los auténticos orgullos.

“Hacer fotografía de teatro implica una lectura diferente. Yo hago una lectura muy personal de lo que está sucediendo. Estoy muy atento al desarrollo de la obra, pues una escena tiene un ritmo y uno intuye que viene ese momento cuando se desarrolla al máximo, que es el momento que describe lo que pasa antes y después.”

Trabaja en fotografía de danza y teatro desde que llegó a Bogotá proveniente de su natal Valle del Cauca a principios de los setenta, alternando sus estudios de Comunicación Social en la Universidad Externado de Colombia con su trabajo como fotógrafo en el legendario Teatro La Candelaria. Enhebrando un tinglado de experiencias que han sido sin duda pan de su espíritu, madurando su sensibilidad para lograr a través del arte de otros configurar uno propio.
Entra a la sala y se entrega al ritmo de la obra. Se cierra a cualquier estímulo distinto a aquel que no venga del escenario. Sus sentidos palpitan al devenir en el tablado, intuye que algo va a suceder… Entre el disparo y el aire prefiere el disparo, el lente y el personaje se conectan, Marcel Marseau ha vuelto ha seducir el alma del público y Lema ha logrado resumirlo todo en una imagen.

Se considera más un cómplice que un autor. En años de registrar el trabajo de otros, tras participar en un sinfín de publicaciones, homenajes, muestras colectivas y hasta archivos patrimoniales; se asume tan solo como una pieza en el complejo articulado de los procesos de creación.

Tras los estertores de la presentación, cuando se han apagado las luces, hay quienes dan todo por terminado. Sin embargo, muchas de esas grandes obras que entre 1996 y el 2004 se presentaron en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá -entre otros muchos certámenes y presentaciones individuales- tienen hoy, un particular después…

Muchas imágenes viven en archivo de Lema un símil a la maduración experimentada por los vinos de reserva y gran reserva, preservando para los sentidos un portal a emociones varias, mutación del hecho teatral hacia una experiencia plástica, adquiriendo una vida nueva en el paladar de cada espectador sensible que, solo las manos de un sibarita del disparo podría propiciar a partir del infinito de instantes emocionantes que hay en una propuesta dancística, perfomática o teatral. Un bocado exquisito entre el infinito que es la cascada incontenible de imágenes que ofrece la era digital.

“Uno siempre será un aprendiz en cualquier oficio” comenta con la sencillez que solo tienen aquellos que se sienten premiados con la propia forma de vida, y capaces de poner en valor el conocimiento y trayectoria de los otros. Forma de ver el mundo que ha reflejado siempre en hechos.

Carlos Mario Lema


María del Pilar Rodríguez
Curadora de arte plástico y fotografía / Escritora / Editora asociada
Twitter e Intagram:@mapyrosa


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